"…Y un hombre no es más que un hombre. Reemplazable siempre, si; aunque cueste admitirlo. Porque la verdad es que resulta penosos hacerlo: uno se siente desplazado de lo calido, apartado no solo de quien lo rechaza sino también, de los otros, del resto del mundo, y de si.
En soledad perfecta. Esa soledad o abismo, que parece tornar inviable, con su mera existencia, el planteamiento de la pregunta esencial: y si yo soy reemplazable, ¿no lo será también, el ser que me obsesiona?"
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